En 2013, Microsoft lanzó la Xbox One, una consola que, al igual que su predecesora, buscaba consolidarse como el centro de entretenimiento definitivo para el hogar. Sin embargo, su diseño voluminoso y un enfoque inicial en funciones multimedia la pusieron en una posición difícil frente a su principal competidora.
Tres años después, en 2016, Microsoft presentó la Xbox One S, una versión mejorada que no solo abordó las deficiencias del modelo original, sino que también introdujo nuevas características y un diseño mucho más atractivo.
A pesar de compartir la misma generación y la misma biblioteca de juegos, las diferencias entre ambas consolas son significativas y fueron cruciales para el éxito a largo plazo de la marca. Esta comparativa completa te ayudará a entender las mejoras clave y por qué la Xbox One S se convirtió en la versión definitiva de la consola para muchos jugadores.
Diseño y hardware: El salto de la estética y la potencia
La diferencia más notable entre la Xbox One y la Xbox One S se encuentra en su diseño exterior y su hardware interno.
La Xbox One original era un tanque en el mundo de las consolas. Con un diseño monolítico, de color negro mate, era un dispositivo grande y pesado que a menudo se comparaba con una videocasetera de los años 90. Uno de sus mayores inconvenientes era su fuente de alimentación externa, un ladrillo voluminoso que ocupaba espacio y hacía que la instalación fuera más engorrosa. Su diseño no le permitía ser colocada en vertical, lo que limitaba las opciones de ubicación en un mueble de televisión.
La Xbox One S, en cambio, representó un cambio radical. Microsoft la rediseñó para que fuera un 40% más pequeña y ligera que el modelo original. Su diseño minimalista en color blanco, con una base negra, le daba una apariencia mucho más moderna y elegante.
Pero la mejora más importante fue la fuente de alimentación integrada. Ya no era necesario el ladrillo externo, lo que facilitaba su instalación y reducía el desorden de cables. Además, la Xbox One S se podía colocar tanto en horizontal como en vertical (con un soporte adicional), lo que ofrecía una mayor flexibilidad para el usuario.
En términos de hardware, ambas consolas compartían la misma CPU y GPU, pero la Xbox One S tenía una ligera mejora en el rendimiento, lo que permitía a algunos juegos mostrar una tasa de fotogramas más estable.
Experiencia de uso y calidad de imagen: 4K y HDR como diferenciadores clave

Aunque ambas consolas compartían la misma biblioteca de juegos, la experiencia de visualización en la Xbox One S era muy superior, gracias a dos características tecnológicas que el modelo original no tenía: el soporte para 4K y HDR.
La Xbox One original estaba limitada a una salida de video de 1080p. Aunque podía escalar la imagen para televisores 4K, no era una resolución nativa. Su mayor deficiencia, sin embargo, era la falta de soporte para HDR (Alto Rango Dinámico), una tecnología que ofrece un mayor rango de colores y brillo, lo que se traduce en una imagen más vibrante y realista. Para los amantes del cine en casa, esto era una gran desventaja, ya que la Xbox One no podía reproducir contenido en HDR.
La Xbox One S corrigió esta situación de manera brillante puesto que la consola ofrecía una salida de video en 4K, lo que significaba que podía reproducir películas y series en discos Blu-ray Ultra HD 4K, una característica que incluso la PS4 original no tenía. Además, la Xbox One S introdujo el soporte para HDR10, lo que mejoraba drásticamente la calidad de imagen en juegos y contenido de streaming compatible.
Estos aspectos lograron convertir esta consola en una opción atractiva no solo para los jugadores, sino también para los consumidores que buscaban un reproductor de Blu-ray 4K a un precio asequible. En términos de juegos, la Xbox One S ofrecía la posibilidad de escalar los juegos de 1080p a 4K, lo que mejoraba la nitidez en televisores de alta resolución.
La decisión de compra: ¿Cuál es la mejor opción?
Cuando se lanzó la Xbox One S, la respuesta a esta pregunta era clara, ya que One S era notablemente superior en casi todos los aspectos. Era más pequeña que su predecesora, su diseño era más elegante, tenía la fuente de alimentación en su interior y, lo más importante, ofrecía soporte de alta definición que era apta para reproducir en 4K y HDR, lo que la convertía en una mejor opción para los jugadores y los entusiastas del entretenimiento doméstico.
Hoy en día, la situación ha cambiado. Tanto la Xbox One como la Xbox One S han sido descontinuadas y han sido reemplazadas por las consolas de la nueva generación, la Xbox Series X y la Xbox Series S. Sin embargo, si estás buscando una consola para jugar a títulos de generaciones pasadas, o si encuentras una de segunda mano, la Xbox One S sigue siendo la mejor opción.
Las diferencias en términos de diseño, tamaño y, sobre todo, la calidad de imagen que ofrece el 4K y el HDR, la convierten en una compra mucho más atractiva. La Xbox One S fue un ejemplo de cómo una actualización de mitad de ciclo puede redefinir la percepción de una consola, corrigiendo los errores del modelo original y ofreciendo un producto mucho más pulido y completo.
 
					